Río hasta llorar como ante convexo espejo, un gancho la nariz, la boca retorcida, con ganas me tomaron del pelo, el carnaval de Venecia pareciera. ¿Qué debo hacer, correr y cuánto antes? ¿O perderme en su fiesta mejor fuera? confío que bajo máscaras de fiera los rostros ocultando estuvieran. Tienen pelucas, antifaces, de un cuento viene aquel y de novela otro un arlequín triste es el vecino este es verdugo y aquel tercero como regla tonto. Con una carcajada me abandono y no sé, zozobra siento a su lado, ¿Y si aquel la máscara de verdugo bella encuentra y la vuelve nueva piel? ¿O si el arlequín no desprendiera su tristeza y el tonto su estupidez de pronto olvidada dejará en su cara de verdad?   Se cierra el círculo en torno mío, me agarran y me arrastra el baile, así mi rostro el que tengo puesto por una máscara tomaron todos. Vuelan serpentinas, pero algo no les cuadra; un reproche las máscaras me lanzan, gritan de nuevo que no sé comportarme, que pisoteo los pies de mis acompañantes. Su justificación trató uno de hallar; aquel se cubre de mirada ajena y quien ni distinguir puede su cara de su máscara obligada. Me voy detrás de las musas, pero no les pido revelarse, pues si la máscara arrojaran, se vería entonces: una mitad es rostro y la otra sombra. Pero el misterio encontré al final, seguro estoy de mi descubrimiento, aún la máscara de indiferencia es, escudo que del escupitajo les protege. Aunque sin máscara canalla fuiste llévala de cualquier modo. Solo en ustedes está claro; ¿a qué ocultarse tras ese rostro ajeno, siendo el propio sin par hermoso? Para acertar con rostro noble, para adivinar al honesto ¿cómo hacer? ...Han decidido cubrirse de antifaz así la piedra no les romperá el rostro.
© Rubén Flórez. Traducción, 2002