Cuando el agua del Diluvio Universal volvió a los límites de sus orillas, el Amor salió silenciosamente de la espuma del torrente a la tierra firme. Y se disolvió en el aire - por el momento - sobre los continentes pecadores. Y todavía hay gente tan extraña que respiran hondamente esta mezcla con todo su pecho, y ni esperan recompensas ni temen castigo, y pensando que simplemente respiran de repente entran en unísono con otra respiración entrecortada. Pero el sentimiento, como una barca, debe quedarse mucho tiempo a flote antes de comprender que “quiero” es lo mismo que “respiro” o “vivo”. Habrá muchas peregrinaciones y vagabundeos - el País del Amor es un gran país, y va a ser cada vez más severo con sus caballeros, les exigirá separaciones y distancias, les privará de descanso y de sueño... Pero no se puede hacer volver a los insensatos, ellos están dispuestos a pagar cualquier precio, incluso darían la vida para no dejar romper, para preservar el mágico e invisible hilo que entre ellos fue tendido... La brisa fresca embriagaba a los elegidos, les tumbaba, les resucitaba, ya que si no quería, ¡no vivía, no respiraba! Pero a los ahogados con el amor no les alcanzará tu voz, por mucho que les llames... Los cuentan los rumores y vanilocuencia, pero este cuento está mezclado con sangre. ¡Pongamos velas a los fallecidos por el amor nunca visto! Sus almas pueden andar entre las flores, sus voces se unen al compás, ellos respiran juntos con la eternidad; se encontrarán con el suspiro en los labios en frágiles pasos y puentes, en estrechas encrucijadas del Universo... Voy a poner los campos a los enamorados, ¡que canten en sus sueños y en la realidad! Yo respiro - entonces yo amo, yo amo - entonces yo vivo.
© Gabriel Borkha. Traducción, 2008