Tres osos y un guerrero claveteados por aquí y por allá, decoran las paredes del restorán. Tras una mesa, solitario, un capitán. ¿Me permite? - pregunté - ¡Siéntese, fume! - Perdón, no fumo esos cigarros. ¡Está bien, vamos a tomar! Dame acá tu vaso, mientras sirven... ¡Toma te estoy diciendo! ¡Salud! ¡Cómo no! ¡Salud! - ¡Vamos! así que - dijo ya medio borracho el capitán - tomando vodka aquí de lo lindo y, sin embargo, ¿tú viste de cerca un tanque o una ametralladora? ¿Tú estuviste, digamos por ejemplo, en algún combate? En el 43, en las afueras de Kursk1 yo era sargento, i Lo que tuve que soportar! ¡Tuve que soportar, hermano, tanto y de todo para que tú, jovencito, vivas en paz! Maldecía, tomaba, me preguntó por mi padre, gritaba, mirando con estupidez el plato: - ¡Sacrifiqué la mitad de mi vida por ti, sinvergüenza, para que malgastes tu vida, verraco! ¡¿Y qué si te doy un fusil y te ordeno combatir?! ¡Y tú tragando Vodka a cubos conmigo aquí! Yo me sentía como en una trinchera en las afueras de Kursk allá donde este capitán fue sargento. Y él más y más se emborrachaba. Yo no me quedaba atrás. Solamente al final de la conversación lo ofendí, diciéndole: ¡Capitán! ¡Tú nunca serás comandante!
1 Se refiere a la Batalla de Kursk entre las tropas ademanes y soviéticas durante la Segunda Guerra Mundial, al oeste de Rusia (Todas las notas incluidas en la selección son del traductor. N. del E.).

© Juan Lius Hernández Milían. Traducción, 2010