¡Hola, Kolia, mi amor, mi amor querido! En las primeras líneas de esta carta te saludo. Tengo miedo de que cuando vuelvas estés muy ocupado, bien vestido, y no vengas por casa pues enseguida te irás para el Consejo de la Administración. Cuando te fuiste me dio un ataque y las mujeres vinieron corriendo: ¡Oh, la separación! - decían. No la vas a soportar. Te extrañaba tanto que tenía que apoyarme en alguien, aunque no hay motivos para extrañarte tanto. Empezó a visitarme Pashka, tu maldito compadre, casi no lo dejaba entrar, todavía tiemblo; hace como tres días, lleva la cuenta, anda borracho con malas intenciones, antes de venir a molestarme, toma para alardear. ¡Andan chismeando que recibiste un gran premio! ¡Algo así como que Borka - nuestro toro - es un campeón de primera! Estoy celosa de ese toro mala gente pues yo te quiero muchísimo más que él. Soñé que estabas enfermo, borracho y molesto. Si algo malo estás pensando de mí, no sufras: con el agrónomo di un paseíto, no pienses mal, todo el tiempo estuvimos hablando de ti. Yo estoy bien, pero muy preocupada por ti. No hace mucho vino un funcionario importante y dijo que en la capital hay mucha corrupción y, dijo, que hay más mujeres que hombres. Kolia, no tomes por allá, aguanta hasta llegar a casa. En casa tomarás todo lo que quieras hasta emborracharte. No me hace falta nadie, ni el agrónomo, aunque es culto no puede compararse contigo. Nuestro granero se moja cuando llueve: tiene goteras. Sin ti no puedo vivir, ¡sin ti la casa no es una casa! Aunque seas como eres, vuelve, te espero muchísimo. Si puedes, escríbeme qué venden por allá.
© Juan Lius Hernández Milían. Traducción, 2010