El cansancio fatal yo lo detesto, nunca de vivir estoy cansado; cualquier estación del ano la detesto, cuando me enfermo o tomo demasiado. Yo detesto el gélido cinismo, no creo en la admiración y además, que mis cartas lean con grosero intrusismo, por encima de mi hombro, lo detesto más. Detesto cuando la conversación me dejan a medias o alguien me calla, detesto si disparan a traición y si a quemarropa un disparo estalla. Detesto el chisme y sus matices varios, el gusano de la duda picándome mortal o cuando me llevan la contraria a diario o cuando el hierro golpea en el cristal. Detesto estar muy seguro de mí, es mejor pensar que el freno no me va a responder, detesto que se olviden de la palabra "honor" y gfi el honor la calumnia suelan esconder. Al ver unas alas rotas sin clemencia no es por gusto que nunca me apiado: detesto la violencia y la impotencia, solo me apiado de Cristo crucificado. Si me pongo a temblar yo me detesto y no soporto golpear a inocentes, que me violen el alma yo detesto y mucho más que me escupa la gente. Detesto el circo de la falsedad, donde por un rubio cambian un millón, ¡pues vengan cambios en la posteridad que nunca voy a detestarlo yo!
© Juan Lius Hernández Milían. Traducción, 2010