Recuerdo el comité militar de reclutamiento: "¡No sirves para tirarte de un avión! ¡Así es, no pasarás el examen!". (Después carcajadas). "¿Qué soldado serás?" - me dicen. "Enseguida te mandarán a la enfermería". De mí harán un soldado igual que de otro cualquiera. Pero en la guerra es como con la guerra y para mí es dos veces más como en la guerra. Se me pega la guerrera en la piel de la espalda, me rezagaba, me iba de la escuadra; pero, una vez, en un combate no sé por qué me cayó bien mi sargento. La "piña" de amigos de trinchera con sus bromas escandalizaba: "¡Recluta! ¿Cuánto es dos veces dos?" "¡Oye tú, pasmado! ¿Es verdad que Tolstoi es conde? ¿Y quién es la esposa de Gogol?" Entonces, intervino mi sargento: "Ve y duerme un poco, no eres ningún santo, mañana habrá combate". Y una vez cuando me paré, en medio de una balacera me gritó. "¡Al suelo!" - y después dos malas palabras de las gordas "Dime, ¿quieres un balazo en la cabeza?" y me preguntó: "¿Y qué, en Moscú es verdad que hay edificios de cinco pisos? " Silbó una ráfaga sobre nosotros y él comenzó a gemir, la metralla lo enfrió y no pude responder a su pregunta. Se desplomó sobre la tierra a cinco pasos, a cinco noches de nosotros y tras dar cinco vueltas, quedó con la cara hacia el occidente y las piernas al oriente.
© Juan Lius Hernández Milían. Traducción, 2010