Mienten, ni abismos ni tinieblas hay sobre nosotros sino todo un libro de alabanzas y castigos y lo que vemos es el Zodiaco nocturno y el tango eterno de las condecoraciones. Al volver la cabeza hacia el firmamento, hacia el silencio, el misterio y la eternidad. vemos las huellas de nuestro destinos y nuestra fugaz vida, marcada por seriales imperceptibles que nos custodian y velan por nosotros. En la boca abismal de Capricornio un agua estrellada derrama el excéntrico Acuario y un néctar abrasador en los tríos de libreto como un dulce bálsamo en vez de grog1. En el súbito y sinuoso torrente universal, pintado de sangre o de mercurio, pero como la bruma de marzo desencadenado, poderosos Piscis nadan a desovar por la Vía Láctea hada torrentes más altos. El decembrino Sagitario dispara hasta el cansancio, falla, rompiendo sus flechas y Tauro sin temor parece retozar en los bosques luminosos de mayo. Desde agosto el hambriento Leo contempla a Aries en abril, en junio, las ternísimas doncellas de Virgo alzan a Géminis sus manos, convirtiendo en columpio las balanzas de Libra. Los reyes luminosos atraviesan las tinieblas palpables como el hilo de Ariadna, pero el perverso Escorpión y el misterioso Cáncer están inofensivos lejos de nosotros. Los hombres no se quejaron del Zodíaco, ¿no perdieron, acaso, el miedo a las estrellas? Toman del cielo las constelaciones, engarzándolas en metales preciosos y el misterio dejó de ser misterio.
1 Bebida alcohólica fuerte.

© Juan Lius Hernández Milían. Traducción, 2010