El cielo se ve claro, pero hoy cual acero ladra. Nuestra tierra, sorda de estrépito; y los árboles sangran, decrépitos. El humo y la ceniza: crucifijos erguidos; las cigüeñas en los tejados ya no tejen sus nidos. Espiga, color de ámbar, ¿a tiempo llegamos? ¡No! Pues, en vano sembramos. ¿Qué es aquello, color de ámbar, que palpita? Un incendio que el campo agita. De la desgracia huyen todos, despavoridos... En vez de los ruiseñores, ¡cuervos con sus graznidos! Arboles polvorientos: el otoño está por llegar. Los que han podido dejaron de cantar. No es el momento para mimos, creo yo. Entonces, ¿qué pedimos?, ¿el odio? El humo y la ceniza: crucifijos erguidos; las cigüeñas en los tejados ya no tejen sus nidos. El bosque, como siempre, con sus copas habla, le hacen el coro, gimiendo, la tierra y el agua. Y para más milagro, la floresta entera Repite ecos largos de antes de la guerra. Todos huyen de los horrores hacia el oriente como locos, ya se fueron los pájaros cantores, no quedan cigüeñas tampoco. El aire custodia distintos sonidos, ahora son solo truenos, rugidos. Se ahoga el tañido de la herradura, el que quiere chillar solo susurra. Huyen todos hacia el oriente, horrorizados, no hay más cigüeñas en los tejados...
1 Canción de h película Laguerrd bajo hs tejados dé Víctor Túrov, rodada en 1967.

© Oleg Shatrov. Traducción, 2012