¡No hay nadie cerca, ni un alma! ¡Tengamos una cita adrede! Marina, mándame una carta, yo por teléfono te llamaré en breve. Que sea como hace un par de años, que sea un encuentro largo, eterno, o unas citas cortas y casuales... Ah, vas a trabajar, es cierto. No he conocido semejantes dedos, de esta forma me has tocado solo tú. Eres el sueño de tantos marineros... Ahora se me turba el espíritu. ¡A nadie cantaré canciones mías! Quizá no te agrade lo que digo yo: por ti en la prisión me encerraría, podría ser un merecido premio. No les creas, digan lo que digan; no les creo a las personas exaltadas. Ya beberemos tú y yo algún día veneno suave e impúdicas miradas.
© Oleg Shatrov. Traducción, 2012